miércoles, 29 de febrero de 2012

Puente del Perdón

Deslumbrante por su situación y el entorno que lo rodea, el puente del Perdón destaca por la sobriedad de su mampostería granítica: tres arcos de medio punto alzados sobre el rio Lozoya para salvar su cauce que nos conducen hacia Las Presillas, un área recreativa arbolada, con abundantes zonas verdes y gélidas aguas que suponen un oasis de frescor durante los meses estivales
Su figura nos trae a la memoria el Puente de Toledo (Madrid), con descansaderos semicirculares apoyados sobre estructuras triangulares. En estos descansaderos nos encontramos con bancos de piedra corridos que servían no para el descanso del viajero, como cabría pensar, sino para celebrar las reuniones de los representantes locales para impartir justicia sin tener que recurrir a la autoridad superior. De ahí derivará con pleno derecho el sobrenombre que durante siglos lleva adornando a este puente.

Puente del Perdón

El puente primitivo está fechado en el año 1302, enmarcado dentro de la repoblación que se llevó a cabo en estos lares por gentes llegadas del norte, vascos y navarros, para salvar el rio Lozoya en su camino hacia Madrid. Lejos quedaría la fundación del Monasterio de El Paular fechada 82 años después, de la mano de Juan I. Lamentablemente, no se conserva nada de este puente originario, y el que actualmente disfrutamos esta datado en la primera mitad del s.XVIII, al igual que su pariente madrileño.
Según los historiadores, los caudillos Fernán García y Día Sanz, artífices de la conquista de Madrid en el 1085, formaron a finales del s. XI, la 'Cuadrilla de los Caballeros de los Quiñónes de la Ciudad de Segovia' con el objetivo de ocupar y repoblar las tierras cercanas a Madrid. En su afán repoblador llegaron hasta el Valle del Lozoya. Su influencia y poder se extendían por los pueblos de Rascafría, Oteruelo, Pinilla y Alameda .Esta Cuadrilla era una autentica milicia compuesta por más de cien “jinetes de lanza”.
En un primer momento, esta milicia (o quiñoneros) tenía como misión vigilar los puertos y caminos de las zonas que se repoblaban, pero ante la falta de jurisdicción y de autoridad, y gracias al beneplácito de reyes y señores, la cuadrilla comenzó a aplicar su propia justicia. Cuando apresaban algún malhechor, éste era conducido maniatado hasta la Casa de la Horca (que aun existe en la margen izquierda del Paular al pie de Cabeza Mediana), donde tenían lugar las ejecuciones. Si el reo era indultado, la costumbre era comunicarle la noticia de su liberación justo en el puente que cruza el Rio Lozoya con el camino de la Morcuera, en consecuencia se le dejaba marchar libre. En caso contrario su destino ya estaba escrito en el cadalso.
En aquellos truculentos años se hace notar la presencia de numerosos grupos de salteadores de caminos, buscadores de fortuna y de miserias que jalonando las rutas, hurtaban a los arrieros que las transitaban. Conocido de esta época era un grupo de moriscos toledanos que actuaban por estos valles y que atemorizaban a las aldeas circundantes con sus incursiones, hecho por el cual se concedió a los quiñoneros la capacidad de administrar justicia.
La cuadrilla de los Quiñones vendió en 1442 a la villa de Segovia todas sus posesiones, incluidos prados, casas, molinos y heredades del valle de Lozoya por 24.000 maravedíes de renta anual. En 1676 les fue rebajada la renta a 10.000 maravedíes y en 1730 esta asociación de la antigua nobleza medieval se extinguió, aunque perduró el uso que al puente se daba desde la Edad Media.
Lleno de justicia y de historia, éste puente fue el primero que vislumbró el papel con el que Miguel de Cervantes impregnaría posteriormente de tinta para crear la primera parte de El Quijote, puesto que de los molinos de papel de Los Batánes saldrían los lotes de papel destinados a Madrid, (de estos molinos no se conserva nada y solo es distinguible algunas caceras y estanques que los surtían de agua). También el puente asistiría a las primeras excursiones guadarramistas de Francisco Giner de los Rios y sus alumnos de la Institucion de libre enseñanza, en los albores del s.XX. A la memoria de este insigne personaje se le dedicó el arboreto que hoy flanquea este puente.
No cabe más historia en tan pocos metros.

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