viernes, 30 de marzo de 2012

El Cerro de San Pedro

Siempre hemos sentido una especial atracción hacia este pequeño monte, cerro aislado con forma triangular fácilmente visible desde varias decenas de kilómetros de distancia en cualquier dirección.
Y aquí estamos. Sol, apenas un ligero viento del este, temperatura en torno a los 16 grados… todos los factores en consonancia para emprender el camino hacia la cumbre. El equipo de senderisbook está preparado.

Cerro de San Pedro

Dejamos el vehículo en un apartado de la M-625, en el kilómetro siete a la altura de unas ruinas, antigua casa de peones camineros. Una explanada, pareciera que moldeada al efecto, permite aparcar los coches y tomar la vereda que nos asciende inequívocamente a la cima.
Nos pertrechamos de bocadillo, agua y de alguna pieza de fruta que nos vendrá muy bien una vez culminado el ascenso, y sin más dilación saltamos el primer obstáculo, un muro de mampostería que tomamos al asalto. El camino no deja de discurrir por propiedad privada, por lo que deberemos prestar especial atención a la hora de saltar los muros y evitar derrumbes en los mismos.
Las zarzas y los majuelos se asocian con los muros para crear barreras infranqueables. Al fondo vemos Miraflores y la Sierra de la Morcuera, mientras las primeras rampas de ascensión dejan ver el estrato arbóreo que vamos a ir descubriendo en este inicio: encinas y enebros escondidos en reductos rocosos, a salvo del ímpetu devorador del ganado bovino. Pronto será un recuerdo en nuestro caminar al ir ganando altura.
El siguiente tramo es de los más duros de la ascensión: una fuerte pendiente unida a un terreno desgastado por la erosión que provoca los primeros golpes de sudor. Ya empieza a sobrar la ropa y se hace necesario un trago de agua para calmar la sed y aminorar el paso y con él, el esfuerzo.
Con un pie tras otro hemos superado este primer escollo, y como premio al esfuerzo coronamos el llamado Cerro de la Prestancia (1.252 m). Las vistas desde aquí comienzan a ser envidiables. Divisamos Colmenar Viejo al fondo y la Dehesa de Navalvillar que busca nuestro camino por el Cancho El Escorial. La acusada pendiente nos obliga nuevamente a hacer un receso y contemplar las vistas desde esta atalaya.
El descanso no dura mucho, más arriba nos está esperando la cumbre. Al menos este pequeño tramo de falso llano (en realidad ligera y constante subida) nos facilita el caminar. Poco a poco, dejando atrás los escasos arboles acompañados de especies herbáceas como el agrostis castellana o el bromus tectorum vamos ganando altura con caprichosas formas geológicas como testigo.
Si estuviéramos en la Ciudad Encantada de Cuenca, estas formaciones hubiesen sido bautizadas con algún nombre atractivo, pero no es el caso, así que dejaremos que sea la imaginación del caminante la que elucubre sobre el aspecto de las mismas.
Ya va quedando menos ascensión, un esfuerzo más, un paso más sobre un terreno que cada vez esta más fragmentado. Cientos de rocas parecen no querer estar quietas y con cada paso que damos, nos hacen perder el equilibrio a pesar de llevar buen calzado. Este incomodo caminar, unido al sol que pega con fuerza y a la continua pendiente, va haciendo mella en nuestro ascenso.
Otra parada, agua en nuestra gaznate, aire en nuestros pulmones y seguimos adelante con nuestro firme propósito de llegar hasta lo más alto. Tras 45 minutos de duro ascenso divisamos a lo lejos nuestro objetivo: rocas azotadas por las inclemencias y en fase de desintegración. El requesón nos espera, y una antena de comunicaciones también.
La ardua subida se ve recompensada por una hermosa panorámica que conservaremos como un tesoro en nuestras retinas grabada en nuestras retinas y en nuestros corazones. Los cuatro puntos cardinales nos ofrecen imponentes vistas:
Norte: Picos de El Pendon y Cabeza Arcon,Pico del Regajo y Mondalino, Sierra de la Cabrera, Sierra de la Morcuera
Sur: Colmenar Viejo, Monte de El Pardo, Tres Cantos, Dehesa de Moncalvillo y Madrid capital
Este: Vaguada del rio Jarama, Embalse de Pedrezuela, Valle del rio Guadalix
Oeste: La Pedriza, Cuerda Larga, Embalse de Santillana, Sierra de Hoyo de Manzanares, Sierra de Guadarrama oriental
Sin duda que la épica subida nos ha merecido la pena, disfrutando del silencio, acompañados de la soledad y de algún buitre leonado que ronda en las alturas buscando algún bocado que llevase al pico. Es hora de la contemplación, como ya hicieron hace siglos los monjes que levantaron justo aquí la pequeña ermita de San Faelices y que hoy sólo se puede distinguir gracias a los muros que se adosan al requesón.
Este singular hito está construido con restos de edificaciones aledañas: la ermita de San Faelices junto con otras dos ermitas más que jalonaban este particular Pico de San Pedro. En lo alto de esta estructura esta situado el vértice geodésico de 1.425 m sobre el nivel del mar.
Han sido casi 400 metros de desnivel acumulado hasta hollar la cumbre y hemos tardado casi 50 minutos. La temperatura agradable nos ha acompañado así como este pertinaz sol que ha multiplicado nuestra sed, nuestro cansancio y nuestro gasto en crema protectora, siempre imprescindible en cualquier salida al monte.
Al borde del promontorio rocoso hallamos una hornacina de piedra, construida en los años noventa por la Asociación Pico de San Pedro, y que contiene un libro de visitas para que todo aquel senderista visitante pueda estampar no solo su firma sino también transmitir sus sensaciones. Firmamos con placer y con el convencimiento de que el siguiente caminante leerá nuestras huellas como nosotros haremos con el anterior.
Repasamos la reseñas mas llamativas con humor y relajación, gozando del hojeo del libro y del entorno donde nos enclavamos. Hora sin duda de dar cuenta de las viandas que tanto pesaban en la mochila y tan bien sientan ahora.
Bocadillo, fruta y agua ponen fin al hambre y a la sed. En torno a la animada charla se va organizando la recogida de enseres para comenzar el descenso que nos llevará al coche.
Cuidado máximo en la bajada. Como ya hemos advertido en la subida, las rocas móviles van a intentar colaborar para que nuestro descenso sea más rápido de lo deseable. Con precaución, paso a paso retornamos la vereda Las vistas de la sierra nos siguen atrapando, desviando nuestra atención demasiadas veces, imprudencias que bien pueden pagarse con un resbalón.
La curiosa geologia del lugar nos muestra una veta de gneis con afloramiento de granito. La explotacion de minas en la zona es conocida desde el s.XV hasta principios del s.XX. Cobre, plata y arsenico fueron extraidos de las entrañas de la roca.
Ocupadas nuestras mentes en ensoñaciones del pasado histórico, un extraño y molesto ruido rompe el hechizo: un helicóptero del ejército sobrevuela nuestras cabezas. Quizás esté realizando algún tipo de maniobra rutinaria. No es difícil avistar estos artefactos por la zona, ya que a pocos kilómetros de donde nos encontramos está situada la Base de Helicópteros Coronel Maté.
Rota la paz y ya conscientes de la cercanía del Puerto del Mojón, negociamos las ultimas rampas en pos del desacanso de rodillas, tobillos y cuádriceps.
Tras 30 min. de descenso llegamos al aparcamiento, con el recuerdo del peleado ascenso y del fulgurante descenso. Una jornada para la memoria, un regalo los sentidos que no todos los días se disfrutan de vistas tan primorosas y hoy lo hacen desde esta atalaya natural.
La meseta carpetovetónica nos ha enseñado su amplitud y las cumbres serranas su esplendor. Volveremos a coronar este hito, volveremos a firmar en el libro y nos volveremos a estremecer desde su cima, porque a pesar de haber saciado nuestro empeño de coronarlo, se ha alojado para siempre en nuestro interior la fascinación por este Cerro.
P1000911-001
P1000914-001

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