lunes, 7 de mayo de 2012

De Colmenar Viejo a Manzanares el Real

Impertérrito y discreto, mutilado y cercenado, allí sigue, a la sombra de dos de los hitos mas significativos y simbólicos de toda la sierra del Guadarrama en su vertiente sur: El Castillo de Manzanares el Real y La Pedriza del Manzanares.
Castillo viejo de Manzanares el Real

Las primeras noticias que se tienen de la existencia de este castillo, datan del s.XIV, cuando se idea la edificación de un palacio de caza para las escapadas cinegéticas de Alfonso XI, y que puede considerarse como la primera piedra de este olvidado monumento. En un manuscrito de la época se hace referencia a unos carpinteros que van a trabajar a “los palacios de Manzanares”. Es fácil poder imaginar un pabellón de caza con varias edificaciones aledañas que posteriormente germinarían en el diseño de un castillo.
A la vera de la ruta que comunicaba Avila con Guadalajara surgió en el s.XIII una pequeña aldea estable de pastores segovianos que, al calor de la reconquista, repoblaron estas tierras ricas en pastos y bosques, lo que hoy en dia es Manzanares. Topónimo adquirido de un árbol, hoy casi extinto, y que antaño poblaba en abundancia estos pagos.
Efímero fue el uso y disfrute de este castillo: desde mediados del s.XIV hasta el último cuarto del s.XV. Quizás fuese Diego Hurtado del Mendoza, Almirante de Castilla, el encargado de erigir este castillo viejo, aunque no tenemos pruebas fehacientes de ello. O quizás el propio Alfonso XI. Hijo del primero es Iñigo López de Mendoza, primer Marqués de Santillana, primer Conde del real de Manzanares e insigne poeta.
La fisonomía de la construcción, sobre el terreno, aún se puede observar: 45 m por 37 m. Con tres torres circulares angulares huecas de cinco metros de anchura. La Torre del Homenaje, se situaría en la esquina sureste, no muy grande para lo habitual de la época, de 14 metros de lado y un grosor de 4 metros. Eso supone que sus muros eran el doble de anchos que los lienzos exteriores del recinto de estilo mudéjar a base de granito y encintado de ladrillo. Este desajuste suponía que las habitaciones que cobijaba la Torre eran estrechas e incómodas, y no tardaron en ser suplidas por las nuevas estancias del castillo nuevo.
Sobre la construcción del castillo viejo, aún resuena la leyenda que conjuga la misma con la campana de la torre de la iglesia de Pedro el Viejo en Madrid. Según esta vieja historia, la iglesia de estilo mudéjar erigida en acción de gracias por la toma de Algeciras por el rey Alfonso XI (y que aún conserva escudos medievales), albergó en su torre una campana que servía para “conjurar los nublados”, pagando los labradores un estipendio a los sacristanes por el socorro del servicio sonoro. Este dinero iría destinado no sólo a conjurar los nublados, sino también a financiar las obras de este castillo, que además sirvió de aposento a Dña. Leonor de Guzmán, amante del rey Justiciero.
El viejo castillo, cantera del nuevo, vestigio de las correrías cinegéticas y amorosas de reyes y marqueses. Alejado de batallas y desvestido de gloria, centinela jubilado y olvidado en la loma, otrora defensiva y hoy acosada por la urbanización incesante que se cierne sobre Manzanares el Real. Un reducto que bien vale una visita para entender el nacimiento de un sexmo, de un alfoz y de un Real de Manzanares
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